Violencia juvenil

VIOLENCIA JUVENIL

Como educadores y profesionales de la educación es necesario que se dominen ampliamente los conocimientos relacionados con el problema de la violencia y delincuencia juvenil y se sepa actuar, estableciendo planes de actuación una vez valorada la situación y teniendo en cuenta los recursos existentes.

La violencia, la agresión, las conductas violentas, constituyen un tema de una relevancia social indiscutible. Científicos de todos los campos han dedicado gran atención y esfuerzos a la compresión y explicación del fenómeno, con resultados tan limitados como polémicos.

Son necesarios intervenciones globales dirigidas a la familia, el centro escolar, sin dejar de lado otras instancias. En cuanto a la familia, habrá que tratar de implicarla en el problema, tras procurarle la compresión del alcance del fenómeno.

Hemos querido hacer hincapié en el problema de la violencia escolar, debido a las últimas noticias que nos llegan de los medios de comunicación y por la magnitud de la situación. Además, la escuela junto con la familia constituye los más importantes agentes educativos y socializadores.

Desde la perspectiva de la situación actual española, la pregunta relevante es: ¿estamos favoreciendo el aumento y la intensidad de los factores de riesgo de delincuencia o, por el contrario, favorecemos los factores positivos de socialización?. Factores como el incremento importante de la delincuencia adulta, el pertinaz fracaso escolar que se padece desde hace tiempo y las dificultades inherentes a la rápida llegada masiva de inmigrantes (lo que se ha hecho de modo gradual en otros países), constituyen factores que parecen vislumbrar más dificultades para el futuro.

En la actualidad, por una serie de circunstancias casi siempre ambientales y en cualquier caso al margen de la voluntad de los propios menores, miles de adolescentes y jóvenes precisan un tratamiento educativo específico, adaptado a su problemática personal y social. Jóvenes que no al recibir la respuesta psicoeducativa que su situación demanda y a su debido tiempo, con frecuencia terminan «vagando por nuestras ciudades» y el resto de la sociedad siente amenazada la paz y la convivencia ciudadana por su presencia «descontrolada» en las calles.

Estos jóvenes tienen necesidades tanto materiales como personales, pero tal vez lo que más necesiten sea de personas adecuadamente preparadas para responder a sus demandas educativas y sociales, ya que se encuentran en un verdadero riesgo social. La realidad social en la que se encuentran muchos niños, adolescentes y jóvenes tanto en situación de desamparo como en situación de conflicto social, ha venido generado desde hace algunas décadas un fuerte impacto y preocupación de los diferentes estamentos sociales, conscientes de la situación de peligro en la que viven estos jóvenes.

Por todo ello, habrá que:

– Analizar las principales manifestaciones de la conducta violenta en la adolescencia y juventud.

– Dar a conocer las posibilidades de una verdadera labor preventiva ante la aparición de comportamientos o manifestaciones violentas.

– Ofrecer información del fenómeno de las drogas en la adolescencia, conociendo las sustancias psicoactivas, sus efectos, su problemática social y las posibles vías de intervención.

– Conocer las variables que llevan al menor a situaciones de desamparo, marginalidad o conflicto social.

– Conocer la situación actual legislativa y judicial del tratamiento con menores.

-Preparar a los profesionales que la sociedad y los menores en conflicto social demandan en la actualidad.

-Conocer cómo poner en marcha programas de intervención adecuados.

RAÍCES Y CASUÍSTICA DE LA VIOLENCIA

Una característica singular de la violencia es su capacidad para multiplicarse y para expandir sus dinámicas y sus consecuencias. De ahí que sea necesario conocer los factores que la producen.

Cuando la violencia se vive como cultura, termina siendo reforzada y promovida por ésta. La familia, como célula básica de la sociedad, juega un rol preponderante en esta cultura de la violencia, pudiendo obrar alternativamente como reproductora de «la cultura de la convivencia» o de «la de violencia», según los resortes que se activen. Los elementos señalados son sólo una muestra de los muchos factores asociados a la violencia, que reafirman su origen pluricausal.

La violencia es un fenómeno que históricamente se ha relacionado con condiciones sociales particulares. Explicar su etiología por características individuales de origen biológico o psicológico reduce su esencia. La razón de la violencia hay que encontrarla en el cruce de factores negativos del individuo y de la sociedad.

Las condiciones de hacinamiento, de desnutrición, de desempleo y de deterioro de la familia que imponen la desigualdad y la pobreza, propician en gran medida el desarrollo de conductas agresivas y el mantenimiento de las condiciones de asimetría, que son también una respuesta al ejercicio de la violencia.

Hay formas de violencia que se dan dentro de la familia y que se manifiestan a través de las condiciones culturales. Las relaciones asimétricas que se producen dentro del núcleo familiar tienen un cambio y unas dinámicas muy rápidas.

Otras manifestaciones de la violencia se dan en los grupos de amigos o en las cuadrillas de hinchadas deportivas, en las que los jóvenes encuentran un escenario propicio para dar rienda suelta a sus frustraciones y a sus necesidades insatisfechas.

Las diferentes formas de violencia que se generan en la calle se vinculan con los grupos de barrio o con los del colegio, donde el joven encuentra un espacio para identificarse institucionalmente.

Sin duda este conjunto de violencias actúa de manera interrelacionada, sin que se exprese alguna de ellas de manera pura, lo cual hace más complicado conocerlas y entenderlas.

El grupo más afectado, si cabe el término, está constituido por la población ubicada entre los 15 y los 25 años; sin embargo, viene incrementándose de manera alarmante otro, el formado por aquellos que están entre los 12 y los 15 años. Es decir, el adolescente es el principal actor en cuanto a agente de la violencia y en cuanto a víctima de ella.

En la materialización de la violencia se utilizan instrumentos que van desde una piedra hasta un arma de fuego, existiendo además una forma cultural lúdica (diversiones) en la que el alcohol y las drogas intervienen dentro de unas motivaciones de la más variada índole.

En el rostro de la violencia hay factores desencadenantes que merecen una especial atención: ellos son los medios masivos de comunicación y la impunidad. Los primeros sirven como modelos para reproducir la violencia (que se difunde a través de la radio, prensa, televisión, etc.). La segunda es la forma más clara de caducidad de los mecanismos de procesamiento de conflictos, conduciendo al desprecio por la policía, por la justicia y por otras instituciones.

Lo cierto es que desenmascarar el rostro de la violencia nos permitirá actuar sobre ella, para eliminar las condiciones que la producen o para prevenirla.

Un niño o un adolescente, al actuar con violencia, demuestra que tiene una interferencia en su desarrollo normal, o puede ser que haya sido condicionado para recrear violencia. Cuando la violencia se vuelve cultura, emociones negativas como el odio, los celos, el ánimo vindicativo, los resentimientos, la ambición, la envidia, las frustraciones en general que se manejan con referencia a los valores éticos y tradicionales de una sociedad, se transforman en agresiones si dichos valores se trastocan y los impulsos se canalizan y se manejan desde nuevas representaciones.

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