En Mendoza, turismo rural de alto vuelo: cabaña La Tulumaya
En el departamento mendocino de Rivadavia se respira campo. Sus increíbles viñedos y frutales han moldeado la personalidad tranquila, abierta y sencilla de sus pobladores. La zona este de la provincia invita como pocas a disfrutar los encantos de la vida campera. En Rivadavia predomina un punto fuerte del turismo en Mendoza: la cabaña La Tulumaya. Una cuidada propuesta de turismo rural que la convierte en un imperdible de la visita al Valle de Uco.
Don Eugenio Petri llegó a la Argentina en el año 1900 desde una patria lejana. Austria. Este inmigrante tirolés se enamoró de las tierras cuyanas y transmitió a sus hijos y nietos el respeto por los usos y costumbres gauchescas que él mismo había adoptado fervientemente. Su obra dio sus frutos: hoy, su nieto Roberto y sus bisnietos Alejandro y Fernando mantienen su legado y reciben con orgullo a los visitantes en la Cabaña Tulumaya (cuyo nombre significa «arco del cielo»).
Un día de campo en Tulumaya, comienza con un rico desayuno de sopaipillas calientes. El aroma del pasto mojado por el rocío acaricia el olfato. Terminada la comida, es hora de acompañar a los peones en las tareas diarias de la cabaña, de las cuales los turistas pueden participar. Luego, llega el momento de elegir entre un paseo a pie o a caballo por el campo, para regresar a la cabaña a tomar un tonificante refrigerio de media mañana. El pan casero y el jamón estacionado de la cabaña son célebres en toda la provincia. Se impone entonces un pequeño descanso, que puede aprovecharse para tomar fotografías de los bellos paisajes.
El mediodía llega con el chirrido y el aroma de las carnes en el asador. Tras un aperitivo de chacinados, aceitunas e infaltable vino local, llega el momento de disfrutar los típicos platos criollos. La clásica siesta mendocina corona el almuerzo, para vivir con renovadas energías una tarde de paseos en sulky y más tareas rurales, cuidando de los caballos de la cabaña. La tarde cae entre las tradicionales oraciones y el rumor de las cuerdas de guitarras, que los copleros ya templan en la pulpería de la estancia, una encantadora construcción ambientada como en el siglo XIX y atendida por personal con trajes típicos. Un broche de oro para un auténtico día de campo, con todo el sabor tradicional. Otro momento inolvidable de nuestras vacaciones en Mendoza.
Jorge Alberto Guiñazu