El envase, a veces es todo
Existen muchos productos que son valorizados en sí mismos, y a muchos otros los ayuda bastante contar con un buen packaging, que los identifique, que les de más presencia, y que les permita destacarse de los demás de su categoría.
Este es el caso de los perfumes, que por su aroma ya denotan su presencia, pero cuentan con otro aliado que los hace destacarse, para estar a la altura de las circunstancias, un envase que no desentone es fundamental y sumamente necesario.
En la época antigua los perfumes no existían como tales, eran una ofrenda que se le hacia a los dioses, tanto griegos como egipcios, pero la evolución de los procesos de maceración y fermentación, más la aparición del alcohol, que se dio en esa época, permitieron la aparición de aceites y bálsamos, que se guardaban en pequeños recipientes bajo la atenta y celosa custodia de los alquimistas.
Con el tiempo, los métodos para conservar estas joyas olfativas, se fue aggiornando y así también fueron evolucionando los envases en los cuales se guardaban y se comercializaban estos mágicos elixires.
Así fue como los productores de perfume se vincularon con importantes diseñadores de artículos de vidrio, como Lalique o Baccarat, este último realizó los primeros diseños de frascos de perfume, dando lugar a los envases Guerlainm para los modelos Mitsouko, Coque d»or, y Shalimar entre otros; en los años 20 la compañía de Brosse, diseño uno de los frascos más famosos y perdurables a través del tiempo: los del Chanel nº 5. Estos, y muchos más alcanzaron un gran nivel de elegancia y estilo.
Existe un sin fin de variedades de formas y tamaños, por nombrar algunos muy destacados figuran los cuadrados, redondos, en forma de lágrima, entre otros, y en cuanto a las técnicas de decoración, desde el labrado, pasando por el tallado, hasta el color que adquieren, los convierten en objetos de diseño dignos de ser admirados.
Seguramente ese sea uno de los motivos por los cuales a mediados de 1961, abrió sus puerta el El Museo del Perfume de Barcelona, ubicado en el Paseo de Gracia, nº 39, con el objetivo de presentar la evolución de frascos y recipientes de perfumes a través de la historia y la geografía.
Seguramente esta idea surgió, al conocerse la gran cantidad de personas que atesoran los frascos vacíos, propios y ajenos, dando lugar a una colección de bellos envases, que exhiben orgullosos.