Disfrutar de la vida campestre
La nieve y el vino pueden aparecer como los elementos emblemáticos del turismo en Mendoza, pero es el agua la que constituye el verdadero corazón de la tierra cuyana. Los sectores de cultivo mendocinas son oasis ganados al desierto gracias a la tenacidad y el trabajo del hombre. Diques, embalses, ríos, arroyos y acequias infunden minuto a minuto nueva vida al latir de la provincia cuyana, y hacen posible lo que parecía una utopía: una intensa y floreciente actividad agrícola en medio de la aridez de la más árida de las llanuras.
Debido a este milagro de esfuerzo y voluntad, las poblaciones rurales son innumerables en la provincia. Y valen la pena visitarse. Casi en su totalidad, el territorio mendocino es tierra de viñedos, algunos de ellos centenarios. Hoy, desde los más pequeños y artesanales hasta los más industrializados, todos ellos abren sus puertas al turismo. La oferta suele incluir paseos, excursiones a las viñas, una introducción al mágico proceso de elaboración del vino, que tanto tiene de alquimia y, lógicamente, degustaciones y catas de todo tipo.
Otros establecimientos elaboradores que aceptan con mucho gusto a los visitantes son las fábricas de aceite de oliva, las granjas apícolas y los secaderos de fruta, donde se hacen todo tipo de deliciosas conservas y dulces.
El suroeste de la provincia y el Valle de Uco, zonas eminentemente agrícolas ganaderas, tientan al turista con la posibilidad de participar directamente en las labores del campo. Allí, los lugareños invitan a los visitantes a unirse a ellos en los trabajos de poda, recolección, siembra, cosecha, doma o elaboración de productos artesanales. Son comunes también los asados camperos, con el clásico chivito de Malargüe como estrella principal, y los típicos fogones de campo, donde la guitarra pasa de mano en mano y se cuentan espeluznantes historias de aparecidos. Quienes no se sientan atraídos por la participación directa en las faenas del campo pueden deleitarse igualmente con espectáculos de doma y carreras de sortijas, o degustar los platos típicos y las contundentes comidas caseras de elaboración completamente artesanal.
En la zona este de la provincia, especialmente en los departamentos de La Paz y Santa Rosa, la vida conserva aún el ritmo propio de las poblaciones rurales, aún a salvo del bullicio urbano. Allí, cada elemento, desde la arquitectura hasta las plácidas costumbres se conjuga para preservar el encanto agreste de la vida en el campo. Y tiñe de un matiz distinto la propuesta del turismo en Mendoza.
Jorge Alberto Guiñazu