Desprendernos del miedo a intentar un negocio independiente e invertir en la libertad financiera

La Libertad, si bien hoy es reconocida como un derecho inalienable del hombre, oficial, y éticamente, no siempre es así en la realidad.
Permanentemente hay seres humanos que están combatiendo por ella en muchas partes del globo, en forma masiva, enfrentando a opresores, enemigos, corruptos, etc.,
Pero también en forma personal. Casi todos enfrentamos cada día algún avasallador, ya sea conduciendo su automóvil sin respeto a los demás, o haciendo sonar la bocina a altas horas de la noche sin importarle quienes se encuentran descansando, o intentando adelantarse a los demás en la fila del banco, o cualquier forma de atropellar los derechos de quienes se encuentran en ese momento cerca, o estorbando en alguna medida sus deseos. Todos conocemos esto, todos nos encontramos con esto todos los días. En que grado nos ocurre depende exclusivamente del grado de educación y respeto que impere en esa sociedad, pero en todas las sociedades ocurre y en todas nos vemos obligados a librar estas batallitas cotidianas, que tienen mas importancia de lo aparente en nuestra calidad de vida.
Y eso si tenemos suerte, si vivimos en estas sociedades “de derecho” en las cuales supuestamente por lo menos impera la ley y las garantías de los derechos humanos. Como mencionamos antes, pueblos enteros permanentemente viven en el temor, careciendo de los mas elementales derechos y de las libertades mas básicas, como a emitir su opinión, deambular a cualquier hora, leer cualquier publicación que quieran, o mirar el programa periodístico de su gusto por que está censurado. Ni hablemos de protestar alguna política del gobierno…

Por otra parte, hay algunas batallas que nos corresponden en forma mas personal aun. Y esto ocurre cuando aquello que se opone al ejercicio de nuestras libertades está dentro nuestro. Si tenemos en cuenta que en definitiva somos de los afortunados que no sufrimos persecuciones políticas, étnicas, religiosas, sexuales, o estamos en guerra, o vivimos en alguna dictadura, es lamentable que nos hayan acobardado tanto que seamos nuestra propia fuente de miedo.

Todos, en cierta medida somos libres de hacer cosas que quisiéramos y sin embargo no hacemos. Y nadie nos lo impide, sino nosotros mismos. por que?, sin duda, por miedo. Ya sea que provenga de nuestra educación, que se nos haya inculcado, o que lo hayamos adquirido como consecuencia de experiencias pasadas, lo llevamos adentro. Y no tiene por que ser algo físico, como el temor al daño que nos puedan hacer si intervenimos en alguna situación que encontramos injusta o

incorrecta. Muy a menudo no es así, es simplemente el miedo al fracaso. Esto se aprecia frecuentemente en la población por la ausencia de respuesta a algunas situaciones que ética o legalmente están descriptas como incorrectas, pero a las que nadie les hace caso, aun cuando a quienes las presencian los afecta. Como la crueldad con los animales, que vemos frecuentemente en todas partes pero que ha nadie parece importarle gran cosa y que con suerte al observarla apenas produce unas palabras de condena. Todos sabemos que los hechos de crueldad hacia el animal están penados por la ley en la mayoría de los países, pero no conozco a nadie que haya hecho una denuncia a la policía por este motivo.
Aun así, normalmente las consecuencias de nuestros temores las sufrimos nosotros mismos no los animales.
Hay miedos, los peores, creemos nosotros, que son responsabilidad exclusivamente nuestra, y que responden a nuestras propias inseguridades, a nuestra falta de confianza en nuestras capacidades. Interiormente, todos sabemos cuando no nos hemos atrevido a algo, aunque no lo admitamos y como en la fábula de las uvas verdes intentemos mostrar como el zorro que “no lo hicimos por desinterés, por que estaban verdes” . Esta tal vez sea la mas común de todas las actitudes, la ocultación de nuestras inseguridades, que a todos nos desagrada mostrar a los demás. Pero también sin duda es la mas dañina, en primer término por que nos obliga a racionalizar los motivos para justificar no atrevernos a emprender acciones para alcanzar nuestros sueños. Empezamos a armar tramas de motivos por los cuales no hicimos aquello, que debimos haber hecho, si hubiéramos intentado alcanzar lo que soñabamos…cualquier cosa es mejor que admitir que no nos sentimos capaces de algo.
El otro motivo por el cual es muy muy dañino, es por que nada molesta mas que ver a otro emprender una iniciativa que nosotros no nos atrevimos a intentar y tener éxito. En consecuencia, consciente o inconscientemente, tratamos de hacer algún tipo de boicot para que quien se animo fracase. O intentamos desalentarlo cuando se plantea la idea o después si está intentando. A todos nos cuesta vencer nuestras inseguridades cuando planeamos algún emprendimiento y juntamos coraje para llevarlo a cabo. La palabra de otro, en esos momentos, tendiente a abortar la realización de nuestra idea puede causar un daño enorme.

En términos generales, los miedos, suelen producir en todos nosotros efectos similares. Sin llegar a paralizarnos como puede ocurrir en momentos de pánico, el miedo de menor intensidad puede ser suficiente para tenernos en un estado de “inhibición de nuestras iniciativas”.

Basta la amenaza, inclusive por asociación, si no se dirige específicamente a nosotros, para sostener este sentimiento. Frecuentemente somos como un pobre animal apaleado, un caballo domado o un pobre perro, al cual ya se ha insertado el circuito del miedo en su hardware, y no se atreve ni a ladrar aun cuando está solo.

Cuando este temor se hace crónico, si bien suele ser mas leve, por el acostumbramiento, o por el mejor manejo que tenemos de situaciones potencialmente peligrosas, deja una secuela: la culpa.
Esta emoción, la más corrosiva de todas según Kundera, frecuentemente es consecuencia del miedo. La falta de coraje para enfrentar situaciones que nos asustan o amenazan, nos despersonaliza, al no permitirnos ser como quisiéramos, obligándonos a ser “como nuestro miedo nos muestra que es necesario para evitar el castigo”. La presencia de este sentimiento en forma crónica termina produciendo pérdida del autorrespeto y esto suele ser algo muy difícil de distinguir de la culpa.
Hoy, en casi en toda la población mundial, se observa a la depresión como la enfermedad mas frecuente de todas. Su alcance incluye enormes porcentajes de cualquier población, y en casi todas ellas tiene como causa masiva principal, al miedo a la pérdida del trabajo: la inseguridad laboral. En casi todos los casos, se acompaña de culpa, pero no solo por el miedo, como mencionábamos antes, sino también por la falta coraje para emprender las iniciativas que se habían presentado durante estos años. Esta última es de gran magnitud, por que de ella es responsable cada uno de los individuos, a diferencia de la inseguridad laboral, que es un fenómeno mundial, cada vez mas grave, pero del cual no es responsable ningún individuo en particular.
Todo deprimido, en última instancia, tiene atrás un sustrato de stress, por el temor, y siempre culpa asociada, que en definitiva, terminará siendo la causante de la pérdida de la autoestima, y así de la depresión.
A medida que pasan los años, y nos vamos haciendo grandes, hemos observado, no solo en nosotros sino en la mayoría de las personas que conocemos hace mucho tiempo, la presencia de la culpa. Es natural, somos mas grandes, “tenemos mas experiencia”, es decir, nos hemos equivocado mas.
Pero también “nos hemos acobardado mas”, mas veces, durante mas tiempo. Hemos dejado pasar más oportunidades por no habernos atrevido. Hemos soportado más humillaciones sin responder, y especialmente “hemos enterrado en la memoria más sueños”. Y si bien, ya no recordamos algunos, ni queremos hacerlo, la sensación de culpa por la falta de coraje de intentarlo alguna vez, cuando era posible, nos acompaña toda la vida, no se olvida, permanece, aun cuando ni sepamos conscientemente que la produjo.
Es por este motivo que siempre encontré necio a quien afirma que “no se arrepiente de nada que haya hecho”. Nosotros si, nos arrepentimos de muchas cosas. No tanto de las miles de cosas que hicimos mal, como de algunas pocas cosas que no nos animamos a hacer. Por miedo, naturalmente. Y si
bien estamos de acuerdo en aquello de “sobre una sana disciplina se benigno contigo mismo” y en “no vivir en el pasado”, entendemos a esta última frase, no como un desconocimiento de las culpas-miedos, sino como un aprender a vivir con ellas, sin sufrir la pérdida de la autoestima, o el autorrespeto, que en definitiva es lo mismo. Sobretodo por que los años también nos han enseñado que estas culpas se reproducen, desde las menores, como conservar hábitos malos: fumar, no cumplir la dieta, dejarnos vencer por la pereza cuando debemos hacer ejercicio, hasta otros mayores.

Esta guerra permanente entre el coraje y la culpa a lo largo de la vida es una sucesión de batallas de las cuales ganamos alguna y perdemos otras, que nos hacen sentir miserables, generalmente cuando vemos miseria a nuestro alrededor, o vemos imágenes de hambre en cualquier lugar de la tierra, o enfermedad, o crueldad con los animales, o explotación en forma criminal de los recursos naturales, etc.,… y no tenemos ni el recurso mental de sentir que, por lo menos colaboramos con algo para combatir estos hechos.

Como en todo, la sabiduría se aprecia por el alcance del equilibrio entre dos posiciones, siendo que casi nunca una de las dos, llevada al extremo es correcta. Y, en la ambigüedad de actitudes, entre la indolencia de no arrepentirse de nada y el autodesprecio por la culpa, este equilibrio puede no ser fácil.

Por eso, manteniendo la única competencia lícita, la que se ejerce con uno mismo, ser benignos con nosotros mismos, sin olvidar la sana disciplina de combatir el miedo en cada una de nuestras decisiones grandes y pequeñas, y sin olvidar todas las cruces que llevamos en la espalda, esforzarnos por mejorar cada día un poquitito, puede ser un buen comienzo.

Una cosa es ser prudentes y otra muy diferente miedosos. No es sencillo a veces ver la diferencia. Esa es la capacidad que debemos desarrollar para poder comenzar a vislumbrar un camino diferente y un futuro más halagüeño que el que nos determinan las empresas y gobiernos. Hay una única manera de ser libres completamente, y esa es, generar nuestro propio emprendimiento.
Por más que nuestro empleo sea fantástico ó nuestro negocio perfecto, si depende de nuestra presencia, ó si un jefe nos dice cuando y como trabajar, nuestro futuro puede verse no tan claro.
En fin,…para darle un final a esto y un respiro al abnegado lector de estas líneas, después de haber hecho el intento de mencionar someramente las causas sociales de miedo y las personales y en el ánimo de infundir una actitud responsable y sobre todo valiente, no solo con las grandes causas, que necesitan de grandes hombres… y de pequeños, sino con lo mas importante, los sueños de cada uno, nos despedimos agradeciendo la paciencia y benevolencia para nosotros dos, los autores, que contamos con mucha mas buena intención, que experiencia en escribir…Hasta pronto.

Sandra Cristina Podestá – José Luis Remiro

Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Este sitio usa MATA-HOYGAN para eliminar el Lenguaje HOYGAN y Censurar el Lenguaje Obsceno.

Este formulario recopila su nombre y correo electrónico para que podamos comunicarnos con usted. Consulte nuestra política de privacidad para más información. Doy mi consentimiento para que esta web recopile mi nombre y mi correo electrónico. *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.