Un recorrido por las calles marítimas de Lisboa
La plaza del Comercio, en Lisboa, es una de las pocas plazas europeas que se delimita por tres lados conformados por numerosos edificios oficiales y uno abierto al esplendor del río Tajo, que pronto llegará a desembocar en el océano Atlántico. Las vistas desde este lugar, sede de los festejos de los lisboetas en final de año, son una de las muchas perspectivas desde las que el visitante puede contemplar las inmensas aguas. También es el centro a partir del que se despliega el centro histórico y desde dónde es muy fácil orientar nuestros pasos.
Perpendicularmente desde la plaza del comercio nace la Rúa Augusta, unos 500 metros de cafeterías, músicos y artesanos que entretienen a los transeúntes. Lisboa, aunque superficialmente pueda parecer una ciudad descuidada, es una ciudad ordenada en su propio caos y en el que tanto el habitante como el turista encuentran fácilmente un rincón donde sentirse como en casa.
A mitad de esta calle se reserva un espacio para el ascensor de Santa Justa. Un elevador de hierro forjado del siglo XX que se construyó para que la Baixa, el centro, estuviera conectado con el barrio Alto y el Chiado. Es uno de los múltiples miradores desde el que se puede disfrutar desde las alturas de la vista de la bahía lisboeta. El barrio del Chiado se conoce como la zona más elegante de Lisboa. En él tienen sede los cafés más destacados, principalmente situados en la plaza Luis de Camoes. Esta misma localización tiene la estatua del poeta Fernando Pessoa del que se decía que obtuvo los mejores personajes observando a sus cohabitantes aunque siempre caminara por las calles con la cabeza gacha meditabundo. Por su parte, el barrio Alto es una de las mejores formas de disfrutar la noche lisboeta. Es habitual tomar las copas que se piden en los bares compartiendo conversación en plena calle. Quizás sea este un buen lugar para reservar un hostal Lisboa y tener más cerca la cama después de la salida nocturna.
Otra de las opciones para disfrutar las vistas que ofrece la ciudad es aprovechar que tendremos que utilizar el tranvía para subir al castillo de San Jorge y parar a mitad de camino en la catedral gótica. Para que no nos perdamos es muy útil saber que es el número 28 y que aunque queramos observar su dinámica amarilla –color de estos vehículos- a pie de calle, las cuestas tienen bastante pendiente y no nos quedará otro remetió que sufrir los empujones mientras hacemos uso de él. La recompensa se obtiene al final del trayecto puesto que las vistas desde el castillo son alucinantes y si además coincide nuestra visita con el festival de la cerveza, en julio, disfrutaremos de su visita por la noche con una buena jarra de jugo de cebada en la mano. Entre esa fortaleza y el río está el barrio de Alfama, destacado por sus casitas pintorescas y por dónde se puede dar un agradable y tradicional paseo vespertino.
Si quedara tiempo sería muy interesante acercarse a la zona de Belem, a la ribera del río. La torre de Belem y el monasterio de los Jerónimos aportarán el turismo cultural que completen la visita a la capital portuguesa. Caminar es la mejor opción para respirar el carácter de esta ciudad, de espíritu marítimo y moderna tradición, por lo que es altamente recomendable ir de la mano del río Tajo para sacar el mayor partido a la capital portuguesa.
Por: Sonia L. Baena
Sonia es una viajera independiente que, antes de trabajar como escritora para HostelBookers recorrió varios continentes descubriendo las maravillas de sus ciudades y pueblos. En su estancia en Lisboa descubrió hostales y albergues de calidad donde alojarse.