Turismo en Mendoza: A puro rafting
Las vacaciones en Mendoza son el momento ideal para atreverse a los deportes de aventura. La provincia cuyana ofrece un marco inmejorable para dejarse cautivar por experiencias llenas de emoción e intensa adrenalina. Existen deportes extremos para cuya práctica es necesario contar con un entrenamiento o experiencia previas. Pero para otros, como el rafting, sólo es necesario atreverse… y no temerle al agua fría.
El caudaloso río Mendoza atrae fanáticos del rafting de todo el mundo. Ancho, rápido y tumultuoso, no se puede pedir un escenario mejor para iniciarse en este deporte. Su recorrido alterna emocionantes saltos y suaves remansos perfectos para dejarse llevar y gozar de la belleza del paisaje.
El descenso en balsa por los rápidos del río Mendoza comienza con las lecciones básicas de seguridad y técnica de rafting por parte de los guías, encargados de distribuir también entre los participantes los indispensables remos, cascos y chalecos salvavidas. Es allí donde estará el grupo listo para abordar las balsas y lanzarse a la aventura.
El río Mendoza posee una enorme variedad de rápidos de gran calidad, que lo colocan entre los más buscados del mundo para la práctica de este deporte: su clasificación es de clase 4 en verano y clase 3 durante el resto del año.
De entre todos, los fanáticos del rafting han dado nombre a los más importantes, desafiantes e intensos: La Muralla China, El 31, Picoli, Concejal, El Laberinto o La Piedra Mala son sinónimo y garantía de adrenalina a tope. Entre rápido y rápido, la impresionante majestuosidad de los cerros que custodian el paisaje impacta a los presentes, y otorga a esta travesía un marco que casi ningún otro circuito de rafting del mundo puede imitar.
Las balsas pasan frente a los cerros Mirador, Cocodrilo y Calavera, y los guías de cada balsa se encargan de señalar al grupo la belleza de los mismos. Así, el recorrido alterna el suave fluir de los remansos, oportunidad perfecta para disfrutar del sobrecogedor paisaje, con la intensa emoción de exigentes rápidos como el de la Aforadora o, especialmente, el de la Curva de Guido, custodiado por los restos de una estación abandonada. Gritos, risas, emoción y exclamaciones de entusiasmo y asombro cruzan constantemente el aire, de balsa a balsa.
Dicen los que saben que el rafting es un deporte que saca lo que cada uno oculta en su interior. Que a bordo de una balsa, arrastrados por la rápida corriente, seremos, en definitiva, nosotros mismos. Y que mucho tiempo después de haber regresado a nuestro alojamiento en Mendoza capital, la sensación de vértigo y pura libertad seguirá acompañándonos. Habrá que probar para creer.
Jorge Alberto Guiñazu