La importancia de los perfumes en la identidad personal
El sentido del olfato es el uno de los primeros canales que nos relacionan con el mundo. Desde la génesis misma del ser humano, las células que intervienen en el circuito del olfato son las primeras que se diferencian, junto con las de la piel. En la historia de la creación de la diversidad de la vida sobre nuestro planeta, el sentido del olfato es uno de los de más antiguo desarrollo en todas las especies. Los centros neurológicos responsables de procesar las moléculas presentes en el aire se encuentran en estructuras muy profundas del sistema nervioso, alejadas de las estructuras de más reciente desarrollo, lo que demuestra la primitiva relación entre el olfato y casi todas las especies superiores.
En el hombre, el olfato es la manera primordial, junto con el tacto, por medio del cual el recién nacido se relaciona con el mundo exterior, especialmente su madre. Justamente, es por medio de los olores que el bebé reconoce al seno materno, y sabe si esa persona que lo alza es o no su mamá. De hecho, una técnica empleada por las viejas comadronas que ayuda a los bebés a conciliar el sueño es dejándoles en su cuna, cerca de su naricita, una prenda de ropa de la mamá, especialmente un corpiño, para que el olor familiar lo ayude a reasegurarse, calmar las ansiedades, y finalmente, dormir.
En la vida adulta, no es muy distinto. Una de las características más sobresaliente de los olores es su no conciencia. En muchos casos, nuestro humor, estado de ánimo o impresiones formadas sobre las personas o las cosas del mundo están grandemente influidos por los olores, a veces imperceptibles de forma consiente, que nuestros centros nerviosos llegan a detectar. Siendo el olfato una estructura tan primitiva, su vinculación con la “racionalidad”, es decir las formas más modernas de procesar la información en cuanto a la evolución de las especies se ha producido mucho más recientemente en la historia de la neurofisiología humana. Por eso, los olores nos impactan de manera muy sutil, y son responsables de gran parte de los conceptos que nos formamos del mundo externo.
Dicho esto, es natural entonces pensar que la percepción de “belleza” en las personas se forma, entre otras cosas, por esa percepción no consiente de la cual los olores es responsable en gran medida. Y por esta causa, los perfumes juegan un papel tan importante a la hora de “seducir” a los demás, hombres y mujeres. Los animales reconocen a los ejemplares en celo guiados por su olfato. Y lo mismo, de una forma primitiva, básica, no razonada, sucede con las personas. Cuando alguien “huele bien” tiende a vérselo como alguien saludable y bello. Por eso, los perfumes tuvieron como primera aplicación entre los hombres el “disfrazar” la muerte y la putrefacción natural que esta conlleva. El usar el perfume adecuado para cada uno de nosotros nos hará presentarnos de manera mucho más positiva y favorable ante el resto de las personas.