Cómo funciona y cómo afecta un aval en la concesión de préstamos

Contar con una buena nómina puede ser uno de los requisitos a la hora de acceder a un préstamo. Lo mismo sucede con tener una vivienda en propiedad a la hora de solicitar un préstamo de dinero con garantía hipotecaria. No obstante, cuando no cumplimos con ninguno de los requisitos anteriores es muy posible que nos exijan un aval para poder acceder al préstamo.

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Un aval es una garantía adicional de pago, que asegura a tu acreedor el cumplimiento de tu obligación económica como prestatario, involucrando a otra persona, ya sea física o jurídica, a modo de garantía de pago. De esta forma, en un contrato de aval existen dos figuras además del prestamista. Por un lado está el avalista, persona física o jurídica que asume el compromiso de hacerse cargo de la devolución del préstamo o de los pagos pendientes en caso de que el titular del contrato no pueda hacerlo. Por otro lado está el avalado, que es el beneficiario de esta garantía frente a un acreedor.

 

Los avales son documentos públicos que se firman ante un notario. Generalmente se suelen hacer con el notario de la propia entidad acreedora.

 

¿Qué tipos de aval existen?

 

En función de la persona avalista y de las condiciones establecidas en el contrato del aval podemos diferenciar entre dos tipos de aval diferentes.

 

En un aval personal, una persona física o jurídica se compromete a adquirir las responsabilidades de pago del préstamo de forma solidaria en caso de que el titular no lo pueda hacer. Este tipo de aval se suele utilizar principalmente para préstamos hipotecarios o créditos al consumo, cuenta con un proceso sencillo y no supone ningún gasto para el avalado ya que el avalista lo hace de forma voluntaria. El caso más típico es cuando un familiar o un amigo nos avala para poder comprar una vivienda o un coche por ejemplo.

 

Un aval bancario, sin embargo, es cuando el avalista es una entidad financiera. Este tipo de aval se suele utilizar a menudo en los contratos de arrendamiento de vivienda, como seguridad para el arrendador de que la mensualidad se pagará regularmente gracias a la liquidez inmediata con la que cuenta el banco. No obstante, este tipo de aval sí que supone un coste adicional para el avalado ya que deberemos dejar en prenda la cantidad de dinero por la que queremos que nos avalen además de hacer frente a las comisiones establecidas por la entidad financiera.

 

¿Qué sucede si no pagamos a tiempo?

 

Cuando sucede el primer impago la entidad acreedora deberá reclamar directamente al titular de la deuda, de forma escrita. En caso de que el deudor no quiera o no pueda hacer frente al pago pendiente el prestamista podrá ejecutar el aval y exigir al avalista que responda ante las responsabilidades del avalado. De esta forma, el avalista tendrá que hacer frente tanto a los impagos del avalado como a las penalizaciones por la demora, tanto con sus bienes presentes como con los futuros, al igual que lo hará el propio deudor.

 

Como veis, un contrato de aval es un contrato que implica un alto riesgo debido a la gran responsabilidad que asume el avalista. Por eso mismo conviene siempre buscar primero préstamos que utilicen otro tipo de garantías como pueden ser una nómina o una vivienda.

 

 

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