Origen histórico del perfume
El perfume se emparenta en su origen histórico con el sahumerio. El sahumerio es un material compuesto de resinas y sustancias vegetales, cuyo humo perfumaba situaciones eminentemente religiosas, como ritos, rezos y meditaciones. Por medio del perfume del sahumerio, el individuo lograba sentirse mucho más cerca de la divinidad, y pasaba a un estado de conciencia superior, donde su alma se desnudaba frente a la grandeza de sus dioses.
De hecho, la palabra perfume proviene de per y fumare, este último término evocando al humo del sahumerio. En consecuencia, los primeros perfumes empleados en la historia de la humanidad se generaban al quemar ciertas sustancias, y ese humo de la quema impregnaba ropajes, y sitios.
Quiénes más sino los geniales egipcios fueron los pioneros en los afeites del cuerpo y los perfumes. El sutil concepto de belleza que este pueblo tenía, y cómo ellos consideraban que debía ser una persona bella incluía el sentido del olfato. Es decir, para verse bien, había que oler bien. Por esta causa, los perfumes y sahumerios formaron parte no solo de la vida de los egipcios, sino de los rituales que se llevaban a cabo cuando algún encumbrado miembro de su sociedad moría.
Posteriormente, esta costumbre de perfumar los cadáveres, como preparación para la vida en el más allá fue tomada por otro pueblos, entre ellos los judíos. Podemos evocar la escena bíblica en la que la prostituta María Magdalena echa un caro perfume en los pies de Jesús. La interpretación correcta de esta escena es que en realidad se trataba de una preparación para la crucifixión y muerte de Nuestro Salvador, y como con el perfume vertido sobre su piel, Jesús se preparaba para este triste evento.
Mucho han investigado sucesivas culturas a lo largo de la historia de la humanidad para elaborar distintos perfumes. Las fórmulas más populares se originan en el agua de flores, extraídas por distintos medios, como maceración y concentración. Algunas sustancias animales también eran usadas para elaborar perfumes, como el almizcle, extraído de las glándulas sexuales de algunas especies, como el buey almizclero. El enorme poder odorizante del almizcle hace que unas cuantas partículas puedan perfumar un enorme espacio. Se hizo necesario entonces cortar la concentración del almizcle en diversas formas. Y esto es básicamente lo que ha estado haciendo la industria del perfume por casi 5000 años: mezclar concentrados de perfumes para encontrar la fragancia perfecta.